2014: el año del playoff (II)

MAYO – No puedo vivir sin ti, ni a 1.000 kms
Primer punto de partido ante un Lenense ya salvado, en La Cruz y ante cientos y cientos de aficionados, ¿cómo fallar? Al cuarto de hora Borja Argüelles pone el pase de la muerte para Pablo Martínez que marca el primero. Pero no iba a ser tan fácil. En la segunda parte Álex empataba para el Lenense y llegaban los nervios. Ahí fue cuando apareció Jimmy, y con él la locura:
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Pero aún no estaba todo hecho, los rivales no aflojaban y tocaba ganar en Luarca. Último partido de la temporada, y nadie pensaba perdérselo. El ambiente era tan histórico como la ocasión, con clara mayoría de los cientos de cearistas que cruzaron media Asturias. Pelayo Torre, Pablo Martínez y Rubén Montequín firmaban un 0-3 que figurará con letras de oro en la historia del Ceares y que ninguno de los allí presentes olvidará nunca.
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La epopeya no había acabado, llegaba el Lunes y tocaba sorteo. Desde la cantina vimos cómo la suerte emparejó nuestra bola con la del Águilas F.C., nada menos que 1.000 kms de por medio. Pero eso no es nada para un cearista, porque “no puedo vivir sin ti, no hay manera”, así que enseguida comenzó el alquiler de autobuses y la reserva de hoteles para que nadie se lo perdiese. Cuando el autobús de los jugadores llegó a Águilas, perfectamente podían creer que estaban en La Cruz. Grandes días de convivencia, tanto para jugadores como para técnicos y aficionados, los momentos inolvidables se agolpaban, pero aún faltaba lo mejor: el partido.
El Águilas no estaba en el playoff por casualidad, un equipazo cuyo presupuesto multiplicaba varias veces el nuestro. Y lo comenzaron demostrando en el césped de El Rubial, con un equipo duro, muy duro, y muy bien plantado. Balón largo a la espalda de la defensa, a escasos metros de la afición cearista, el delantero murciano se mide en velocidad con la salida de Pablo Diez, llega primero, toca el balón y se va al suelo. Segundos de tensión. Por suerte Pablo no metió las manos abajo y no hubo penalty, pero primer susto. Disparo de Pelayo Torre, repele el portero, rechace para Jimmy, pero despeja la defensa. Centro lateral del Águilas, barullo en el área, Emilio que entra con todo y pone el 1-0. Sin un juego brillante, el fútbol de fuerza aguileño se imponía, aunque el 1-0 tampoco parecía un mal resultado. La pone Pablo Martínez desde la banda, balón perfecto para Borja Noval, pero su remate demasiado picado se va fuera. Nuevamente Pablo Martínez levanta la cabeza, la pone al área desde la banda, pero esta vez el balón se envenena y supera al portero en vaselina. La de Fonso Bellón en Oviedo. Locura en el segundo campo más antiguo de España, éxtasis de alegría entre jugadores, técnicos y aficionados. No había tiempo para más, 1-1 y 14 horas de autobús para seguir el sueño.
La semana pasa volando, hay hambre de fútbol y las entradas vuelan en la venta anticipada. Unos 1.300 aficionados llenan La Cruz, el ambiente es emocionante, una auténtica caldera a escasos centímetros del césped. Llega con ganas el Águilas, Ginés Meca tiene la primera con una falta desde la frontal pero se va fuera. El partido vuelve a ser duro, pero esta vez el estado del césped favorece mucho más el juego cearista. Balón largo a la espalda, recibe Ginés Meca, remate de volea sin que bote, y gol. Pero el juez de línea levanta la bandera, fuera de juego y alivio en la grada. Balón largo para Jimmy, el capitán gana la espalda a la defensa y entra al área, centro raso que busca el pase de la muerte, rechaza mal la defensa, y Pablo Martínez, que llega desde segunda línea, la pone con el interior en la red. Todo el equipo corre a la grada a celebrarlo, explosión de júbilo en La Cruz y emoción desbordada. David estaba venciendo a Goliath. Se viene arriba el Ceares: falta desde el vértice del área que Borja Noval estrella en el larguero. El Águilas no se rinde. Falta en la frontal, dispara Ginés Meca, y Kike atrapa en dos tiempos. Se acababa el partido, tocaba sufrir. Ginés Meca vuelve a la carga, se va en velocidad, supera la salida de Kike con un disparo, pero Aitor Cañedo salva bajo palos tirándose con todo. Y final, se acabó, sonrisas, abrazos, lágrimas… las emociones se desbordan, toda la familia cearista lo celebra sobre el césped.
JUNIO – A lo loco se vive mejor
Vuelta a la cantina, vuelta al bombo, vuelta a la locura. Trival Valderas, primer partido en La Cruz. Desconcierto, miramos internet, es el campeón de Madrid. Buena suerte en lo geográfico, mala en lo deportivo. De nuevo venta ancitipada vertiginosa, esta vez 1.500 aficionados que abarrotan La Cruz, y la gaita alumbra el camino de los equipos al césped. Comienza el partido y el Trival es un ciclón. La diferencia entre los dos equipos parece insalvable, van cayendo los goles. Al cuarto de hora cambio de juego al pie, gran centro, dejada de cabeza y Óscar anota el gol a placer. Incontestable. A la media hora Herrero dispara desde 30 metros y la cuela por la escuadra. Seguía el vendaval y Kike, a pesar de grandes intervenciones, no daba abasto. Volea de Óscar desde la frontal y nuevamente se cuela pegada al palo. Por si fuera poco Jimmy ya había sido expulsado a esas alturas, de forma un tanto rigurosa. Los cambios no surten efecto, la defensa achica agua como puede pero el naugragio es inevitable. La grada canta y aplaude, no se puede hacer nada más. Al menos hoy no. Final del partido. O no. Todo el campo aplaude el sacrificio de los suyos y el espectacular juego del Trival Valderas, en el fondo sur se apelotonan jugadores, técnicos y aficionados de ambos equipos en unos minutos que ponen la piel de gallina a todos los presentes. Las felicitaciones y los ánimos se suceden entre cánticos de fondo; todos hemos ganado ese partido.
Nos vamos para Alcorcón. Un autobús sale el día antes, otro el mismo día del partido, e infinidad de coches particulares también. Después de un día visitando Madrid o de toda una noche de viaje, la imagen al entrar al campo merecía la pena. Toda la familia del U.C. Ceares, todos los amigos hechos durante estos años, estaban en la grada: familiares, amigos, vecinos, simpatizantes de Madrid y alrededores (algunos del Atlético Club de Socios), incluso de Murcia (del Ciudad de Murcia, que ya estuvieran en Águilas), entrenadores del club, “leyendas urbanas” en Madrid, jugadores del fútbol base… El 0-3 de la ida no solo no había desanimado a los nuestros, todo lo contrario: les había obligado a viajar hasta Madrid para mostrar al equipo su apoyo, para animar al orgullo de Xixón.
Por supuesto, aquí no se rendía nadie por mucho 0-3 que reflejase la eliminatoria. La primera victoria fue anímica: el partido comenzaba completamente igualado, nada que ver con la ida. Pichó caía lesionado a los pocos minutos, más dificultades. Ponte tuvo la primera, Pelayo Torre la ponía al segundo palo y el joven delantero, muy forzado, la enviaba fuera casi en línea de gol. Llegaba el descanso con un partido muy peleado y con el Ceares haciendo el gran juego al que tenía acostumbrada a su parroquia. Pero se adelantó el Trival. Minuto 44, mano a mano de Gonzalo ante Pablo Diez, y el atacante local ponía el 1-0. Jarro de agua fría cuando parecía más cerca el gol de la esperanza.
Había que marcar 4 en la segunda parte, ¿quién dijo miedo? ¡A por ello! Jugada por banda, balón al área, rechaza el portero, barullo, y finalmente Ponte que envía a la red. 1-1, media hora por delante y llegaban nuestros mejores minutos. Poco después, gran disparo de Juan Carlos que ponía el 1-2, la grada estallaba, re-mon-ta-da. Y llegó el momento clave del partido: Álvaro Ponte se va en velocidad, pisa área, y Álex le agarra derribándole. Penalty y tarjeta roja. El pichichi Borja Noval coloca el balón, coge carrera. El 1-3 dejaría al Ceares a un tanto de la clasificación jugando contra un jugador menos. No pudo ser: Noval resbala en el momento fatídico y el balón se va exageradamente lejos. Manos a la cabeza, desánimo en el césped y en el campo. Pero las lágrimas rápidamente dan paso a los aplausos y a los cánticos, no habíamos ido hasta Madrid para eso. En el descuento el Trival empata, quedándonos a las puertas de ser el único equipo de ganar en su campo, ¿a quién le importaba? De nuevo todos al césped, abrazos entre grada y equipo, la gaita vuelve a sonar y hermanamiento improvisado entre clubs. El sueño acababa en Alcorcón, al menos el de esta temporada.