[Resumen Playoff] Aventuras y desventuras de un modesto en playoff

Sólo 22 horas después del final del partido en La Veigona, el bombo daba vueltas y emparejaba la bola del Ceares con la del Águilas…

El Calendario no daba tregua. Sólo 22 horas después del final del partido en La Veigona, el bombo daba vueltas y emparejaba la bola del Ceares con la del Águilas. Tras los primeros momentos de decepción, por la distancia y el coste del viaje, llegaba la hora de ponerse a trabajar. En seis días, el Ceares tenía que jugar en Murcia.
La primera idea era ponerse en contacto con el Real Avilés. Los de la Villa del Adelantado tenían que jugar contra el Cartagena en las mismas fechas que los teyeros. Muy distintos presupuestos, distintos conceptos. El Ceares viajaba solo.
El viernes a las 24:00 partían dos autobuses desde la Cruz. Uno, con los jugadores, el otro, con aficionados. Casi 1000 kilómetros por delante. Viaje largo, viaje eterno. Una vez en destino, las primeras decepciones no tardaron en llegar, las piscinas de ambos hoteles, el del equipo y el de la afición estaban cerradas. Piscinas cerradas, mayo, y Comunidad Murciana son conceptos que difícilmente se pueden creer si van en la misma frase. No fue impedimento para los jugadores, ellos querían bañarse y lo hicieron. No así los aficionados, que tuvieron que bañarse en cerveza para superar el calor.
Mientras los jugadores empezaban su particular concentración en Lorca, los aficionados comenzaban su periplo por Águilas. La Peña Bilbaína de Águilas, un particular bar en el mismo puerto de la villa marinera. Escudos del Athletic, retratos del Rey Juan Carlos, biblioteca inglesa, y regentado por un bético. El concepto de pluralidad elevado a su máximo exponente.
Llegaba el día del partido, y los jugadores ya supieron que no iban a estar solos. Afición y equipo se juntaban y hacían piña a la entrada al campo del Rubial. Gaita, cánticos, abrazos. “Vamos, ¿eh?” se repetía constantemente.
Nunca había jugado el Ceares ante tanta hostilidad. Insultos, salivazos. Un equipo obligado por presupuesto a subir frente a uno premiado por su estupenda temporada. Pero los brickers no se iban a achicar. Frente a la hostilidad, el Ceares se vino arriba. Primero Óscar Ruiz marcó su territorio, y después lo hizo la afición ante las presiones de Ginés Meca al asistente. Somos modestos, pero queremos a este Club y lo defendemos a capa y espada.
El Águilas no parecía tan peligroso a medida que iban pasando los minutos, y el Ceares se venía arriba poco a poco. El jugador más decisivo de los teyeros en este play-off, Pablo Martínez, marcaba cuando se iba a cumplir el 90 y llevaba el delirio a la zona visitante. El Ceares volvía con un empate a uno y se convertía en favorito.
Locura en la semana previa al partido de vuelta. La venta anticipada se disparaba. La Cruz se podía quedar pequeña, el equipo acaparaba portadas, conversaciones. El Ceares, por unos días, se sintió el equipo de moda. Finalmente 1500 personas arroparían al equipo.
El partido se empezó ganando. El equipo cambió la orientación de la foto para posar frente a la pancarta “Gracies por facenos suañar”. Equipo motivado, afición motivada. Rugía la Cruz. En la primera parte de nuevo Pablo Martínez marcaba, con mucha clase, abajo, con el interior, un “pase a la red”. El gol era tan festejado que parte del beneficio del play-off deberá destinarse a los desperfectos ocasionados por la celebración. El Ceares pasaba ronda, el Ceares hacía historia.
De nuevo sólo 24 horas para bajar los niveles de adrenalina. De nuevo lunes, de nuevo sorteo. El rival era el Trival Valderas. Tras saber que era un equipo madrileño, comenzaban de nuevo los preparativos. Los primeros estudios del equipo de Alcorcón asustaban. 83 puntos en liga en su grupo, es decir, un equipazo. Los vídeos del equipo madrileño lo dejaban claro, era uno de los rivales más duros que nos podían haber tocado.
Pese a que el ritmo de venta de entradas era más bajo que la semana anterior, la Cruz presentaba aún mejor entrada. Nadie quería perderse al modesto equipo gijonés en sus particulares días de gloria. El campo teyero a rebosar, engalanado. “Hoy juega el Ceares”.
El Trival resultó ser un vendaval, dejando un contundente 0-3 para la vuelta. Aun así, ni un solo pero. El equipo lo había dado todo. Dos goles para la historia de La Cruz dejaron en la retina los madrileños, dos de los mejores goles que jamás se hayan visto en Los Pericones. Pero el partido no acabó en el minuto 90, más bien empezaba. Aficiones y jugadores de ambos equipos se unían en un piña, toda una fiesta sobre el césped y en la grada. Dos equipos unidos a pesar de haberse enfrentado en el campo.
El resultado no sólo no minó las ganas de la afición teyera de acudir a Madrid, más bien las amplió. El equipo tenía que sentirse arropado y lo iban a estar.
Unos 300 aficionados se juntaron en la Canaleja. Gente que salió el sábado a disfrutar de la fiesta en el Bar La Huelga, sede de la peña cearista en Madrid, y gente que arrancaba durante la madrugada del domingo. 300 personas soñaban con el 1-4, con el 0-3, con el 2-5. El sueño permanecía.
Todo un arranque de pundonor, a pesar de adelantarse el Trival, la segunda parte del Ceares fue todo un ejemplo de fútbol. Entrega y lucha. Se remontaba el resultado. Minuto 72, el Trival se quedaba con 10 y penalti a favor del Ceares. Con 1-3 funcionaban las calculadoras, un gol más nos metía. Pero no todo es matemático en el fútbol. Borja Noval, que no había fallado penalti este año, resbalaba y el balón se le iba. Heroico el final, con Lozano volviendo cojo al campo, los jugadores con calambres. El equipo había defendido el escudo con honor. La afición se sentía más orgullosa que nunca.
Se acabó la temporada de este gran Ceares. Se ha hecho historia. Y ya estamos preparando la siguiente, que promete grandes emociones. Para empezar, Copa Federación. Pronto volvemos.